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“La Droga; sus consecuencias en la Espiritualidad” (Una perspectiva desde la doctrina espirita) (Segunda parte 2 de 2)

Continuación…viene de la primera parte, la cual está aquí: https://sublimedoctrina.blogspot.com/2018/12/la-droga-sus-consecuencias-...

miércoles, 26 de diciembre de 2018

“La Droga; sus consecuencias en la Espiritualidad” (Una perspectiva desde la doctrina espirita) (Segunda parte 2 de 2)



Continuación…viene de la primera parte, la cual está aquí:
“Todos nosotros debemos transformarnos y
ayudar a la transformación de otros para que
sean felices un día”.
La Historia de Ramiro
Ramiro nos escuchaba con atención, entonces le pregunté:
— Ramiro, ¿no quieres hablar un poco de ti? Escuchar a los amigos es obtener información.
— Poco tiempo atrás tenía vergüenza de hablar de mi vida y de mi desencarnación.
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Después, aprendí que todos tenemos nuestras historias, y que aquí, en la Colonia, no existe la crítica y sí la ayuda. Tienes razón, Patricia, escuchar a los amigos es recibir preciosas lecciones. Mi desencarnación fue muy triste. ¿Por qué la mayoría de las desencarnaciones es triste?
Se hizo un largo silencio. “Realmente”, pensé. “De casi todos aquí escuché: ‘Mi desencarnación fue triste’... o Sufrí mucho en mi desencarnación’...” Fue Mauricio quien respondió:


— Porque la mayoría no piensa en su desencarnación, no se preparan para la
continuación de la vida. Viven encarnados como si fuese el principal objetivo, aman más la materia que las verdades espirituales. No aman lo verdadero, sino lo ilusorio de lo material y en ello queda aprisionados. Se desesperan al abandonar el cuerpo físico perecedero, se olvidan de que ese vehículo es temporario. No viven de acuerdo con los ejemplos de Jesús, temen la muerte del cuerpo. Siendo así, la desencarnación es triste y dolorosa.
PERO LOS BUENOS, LOS QUE ESTANDO ENCARNADOS SIRVIERON AL PADRE Y VIVIERON LAS
ENSEÑANZAS DE JESÚS, NO TEMEN A NADA Y LA DESENCARNACIÓN ES UNA ALEGRÍA PARA ELLOS.

Mauricio calló y miramos a Ramiro, invitándolo a continuar la narración. Nuestro amigo no se hizo rogar.
— Desencarné joven. Consumía drogas, aún no era dependiente, o creía no serlo.
Nos ilusionamos mucho al hacer uso de las drogas, porque nos parece que podemos dejarlas a voluntad.
Al querer libertarnos de ellas, comprendemos que somos sus prisioneros. Comencé con marihuana y pasé a la cocaína. Mi familia no sabía, ni lo supo
nunca, porque no había motivos que justificaran mi adicción a las drogas. Ahora estoy seguro de que no existen motivos que justifiquen esa locura. Comencé cuando tuve un romance con una chica muy bonita y codiciada por los compañeros de la escuela. Ella y su grupo fumaban marihuana y me indujeron a hacerlo. Yo lo hice, con gran miedo de ser considerado un tonto, un inmaduro, si no fumaba. Cuando terminó el romance, me quedé en el grupo. En una carrera con una moto ajena tuve un accidente, caí y me golpeé
la cabeza contra una piedra. Mi cuerpo murió en el momento.

“Quedé muy perturbado. Vagué entre los familiares y los amigos, que por un
tiempo dejaron de drogarse porque se asustaron con mi desencarnacion Unos días después de desencarnar, empecé a echar de menos la cocaína. Todo mi periespíritu ansiaba la droga. Fue horrible. En casa, la desesperación de ver llorar a mi madre me hacía sufrir intensamente. Me sentía culpable. Y lo era, ya que había desencarnado por mi imprudencia, por jugar con la moto vehículo tan peligroso, y por haber estado drogado.
Desencarné antes de la hora prevista. El sufrimiento de los míos me llenaba de
culpa y e1 remordimiento y como me molestaba estar en mi casa salí y vague. Entendí que había desencarnado aunque no tuviera seguridad. No entendía qué ocurría conmigo.


Mi cuerpo estaba muerto, pero yo continuaba vivo y no sabía qué hacer. Fue
aumentando el deseo de volver a inyectarme cocaína. Nunca pensé que se podía sufrir tanto. Esa fue mi necesidad primordial. No tenía problemas con la alimentación, el frío o el calor, aunque algunas veces sentía sed. Resolví buscar la droga. Sabía de otro grupo de jóvenes que la consumía mucho más que el nuestro. Fui a buscarlos. Ni me acerque, porque junto a ellos se veía a los monstruos horribles. Más tarde supe que eran solo desencarnados viciosos hermanos sufrientes prisioneros de las drogas, que vampirizaban a los encarnados adictos.

“Estaba desesperado. Sentía a mi abuela rezando por mí. Ella era espírita, por lo que nosotros, principalmente sus nietos, nos burlábamos. Pensé: ¿será que mi abuela tenía razón? Morí y aquí estoy yo como espíritu, vagando. Recordé los términos que ella usaba. Sabía dónde estaba ubicado el Centro Espírita al que ella asistía y fui hasta allí.

Estaba abierto. Entré avergonzado. Cuando un señor, socorrista desencarnado, me preguntó qué deseaba, le conteste rogándole: ¡Socórrame, por amor de Dios! ¿Acaso aquí no ayudan a espíritus que vagan? He muerto y no sé qué hacer. Estoy desesperado.
Quiero tomar una dosis de cocaína, sino me muero. Aunque no puedo morirme otra vez, ¿no es así? No sé qué me podría pasar si no consumo cocaína. Mi abuela viene a este Centro. ¡Socórrame!
“El socorrista espiritual me miraba bondadosamente, caí en sus brazos y me
dormí. Yo sé que los espíritas me quieren bien, y me recibieron con afecto.
Me llevaron a un hospital, a un sector donde se hace la recuperación de viciosos drogadictos. Mi lucha contra la adicción no fue fácil. Los hermanos que trabajan allá me auxiliaban con bondad cuando perdía las esperanzas. Fueron muchos meses de tratamiento. Recibía pases fluídicos, aprendí a rezar, y en los momentos en que no estaba en crisis leía libros espirituales y el Evangelio, pero sólo cuando me sentía mejor comía, bebía agua y me
bañaba.

“Cuando me mejoré, fui a ver a otros hermanos imprudentes como yo. Nunca
podré olvidarme de lo que vi. Jamás pensé que existieran semejantes sufrimientos. Eran muchos jóvenes, deformados, débiles en recuperación, iguales a los que yo juzgué que serían monstruos. Entendí que al ser socorridos ya estaban en camino a liberarse de su sufrimiento, como tantos otros. Peores eran los que no tenían socorro, los que no querían liberarse.


Comprendí que no había sufrido tanto porque mi abuela, con sus oraciones
sinceras, me había guiado.
Además, yo no había cometido otras acciones erradas, como crímenes, tan comunes entre los drogadictos, y pedí ayuda enseguida. De otro modo, vagaría en el sufrimiento como tantos otros. Desintoxicado, vine al Centro Educativo, donde estudio y me preparo porque quiero — en el futuro — ser un socorrista para los hermanos esclavizados por los vicios. La cocaína fue, para mí, sufrimiento, la mayor necesidad que tuve como desencarnado. Sólo ansiaba, desesperado, poder consumirla.
Ramiro se quedó callado y Mauricio lo abrazó.

— Somos prisioneros de aquello a lo que nos atamos cuando estamos encarnados.
Estoy seguro de que serás un excelente socorrista.
— ¡Sí, claro que lo será! — dijo sonriendo Oscar.
Ramiro, aprovechando la presencia de Mauricio, pregunto ávido por aprender:
— Mauricio, ¿qué pasa con las personas con enfermedades como el cáncer, que recurren a remedios fuertes para aliviar los dolores que padecen, siendo que esos medicamentos abrevian la existencia física? ¿Ellas también sienten la falta de esas drogas cuando desencarnan? ¿Es un error tomarlas, si abrevian la existencia corporal?
— Cuidar del cuerpo físico es una obligación de todos nosotros, que lo tenemos por un cierto tiempo para poder vivir encarnados. Tenemos que usar de aquello que la Medicina terrena nos ofrece para curar las enfermedades. Si aquello de lo que disponemos para suavizar nuestros dolores puede abreviar la existencia física, no es culpa ni de los médicos ni de los enfermos. Creo que la ciencia encontrará pronto nuevas formas de alivio para curar.
Pero recurrir a una droga como medicamento indispensable no significa que nos hará falta una vez desencarnados. Sin embargo como médico
socorrista, hace años que observo las distintas formas de actuar frente al dolor. Los que sufren con resignación enfermedades dolorosas del cuerpo reciben enseguida socorro y se sanan. Los que se rebelan ante el mismo dolor al desencarnar no siempre pueden ser auxiliados y experimentan los reflejos de la enfermedad. Quieren, a veces, los remedios para curarse, aliviar sus dolores pero no son viciosos ni sienten la falta de la droga, porque las tomaron como medicamentos. He visto aquí personas que se hicieron
dependientes de los somníferos y que al ser auxiliadas tuvieron que aprender a dormir sin ellos para librarse de esa dependencia. Los medicamentos deben tomarse cuando son necesarios. En los casos de cáncer, enfermedad que a veces ocasiona dolores tremendos, es correcto tomarlos, aún si pueden ser motivo de que se acorte la existencia terrena. Eso es lo que la Medicina dispone como tratamiento. El uso es permitido, el abuso es lo que
se condena.
Nos quedamos en silencio por unos momentos. Mauricio, que advirtió que aún
podía explicarnos más, completó:

— Se puede decir que los habitantes de la Tierra, encarnado o desencarnados, son de dos modos: están los que, por un esfuerzo, se convierten en autosuficientes o siervos útiles, y por otro lado están los necesitados. Entre las dos categorías están los aspirantes,
los que quieren aprender a ser útiles.
 Los primeros son menos numerosos. Basta observar los Centros Espíritas: los que van para ayudar son pocos, y gran parte son necesitados porque quieren. Teniendo la oportunidad, no desean pasar de necesitados a autosuficientes. Estas necesidades acarrean sufrimientos, como sucedió con Oscar y
Ramiro y también con tantos otros. Ser o no ser. Encarnados, aún es posible engañarse e ilusionarse. Pero desencarnado, no se puede. Porque los fluidos, las vibraciones de un espíritu bueno, son agradables, y los de los espíritus ignorantes son malos. El alma, el espíritu, tiene siempre muchas oportunidades y puede, por su libre albedrío, reflejar el bien y lo bello, o lo feo y lo malo. Lo bello y el bien se presentan en armonía y con equilibrio, y de esa unión surge el amor que los lleva a progresar espiritualmente. Lo feo
se presenta en la turbulencia de la ignorancia, generando el odio; la envidia; los deseos insaciables; el egoísmo, que es la llaga más perturbadora; el ansia de lujo y la lujuria, que hacen del hombre un verdadero volcán de conflictos interiores, convirtiendo la vida humana en un infierno tanto encarnada como desencarnada.

Debemos comprender, sin ilusión, lo que realmente somos, y no lo que pensamos ser. Realizar con coraje nuestra transformación. Ser ahora, en el presente. El futuro es una consecuencia del presente y no el fruto de aspiraciones de una mente ociosa, que siempre deja esa transformación para después. Es nuestra obligación pasar de ser necesitados a ser útiles.

Oscar, Ramiro y yo agradecimos conmovidos a Mauricio por su hermosa lección Me prometí a mí misma no tener más necesidades no sólo de las que son reflejos del cuerpo físico, las de comer o dormir, sino principalmente no estar pendiendo de gracias y favores y no buscar que otras personas hagan por mí lo que yo puedo hacer. También me prometí aprender a ser útil y a servir.
“El intercambio con lo invisible es un movimiento sagrado en
función restauradora del Cristianismo puro; por tanto, que
nadie se descuide de las necesidades propias, en el lugar que
ocupa por la voluntad del Señor.
La mayor sorpresa en la muerte carnal es la de colocarnos
cara a cara con nuestra propia conciencia, donde edificamos
el Cielo, nos estacionamos en el purgatorio o nos precipitamos
en el abismo infernal; viene a recordarnos que la Tierra es un
taller sagrado y que nadie lo menospreciará sin conocer el
precio del terrible engaño al que sometió su propio corazón.
El hombre terrestre no es un desheredado. Es hijo de Dios, en
trabajo constructivo, vistiendo el ropaje de la carne; alumno
de benemérita escuela, donde precisa aprender a elevarse. La
lucha humana es su oportunidad, su herramienta, su libro”.
Emmanuel
Centro Espírita de A Coruña

Dice la imagen:
EL EGOÍSMO ES LA FUENTE DE TODOS LOS VICIOS.
LA CARIDAD ES LA FUENTE DE TODAS LAS VIRTUDES
Frases Allan Kardec.

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